Lo que en principio parecía que
iba a ser un entrenamiento de esos tranquilitos, sin control de ritmos, y “relajando
pensamientos e ideas” se convirtió en algo un poco más entretenido. Al finalizar el crono y la distancia muy próximos a lo esperado pero por el camino me llevé alguna que otra sorpresa.
Al salir
parecía que las nubes dejaban lucir algún rayo de sol así que puse rumbo hacia
el Paseo del Muro en la Playa de San Lorenzo. Una vez allí y en dirección
hacia la iglesia de San Pedro el sol desapareció para dejar nuevamente paso a
la lluvia acompañada de un fuerte viento. La verdad es que la imagen de la playa con la marea alta y las olas saltando la barandilla del paseo no tenía precio. Ya de vuelta, metido en mis pensamientos y llegando a la altura del Sanatorio
Marítimo una “bonita ola” saltó por
encima de la barandilla cogiéndome desprevenido y con la inestimable ayuda del viento me puso pingando,
llevaba unos cuantos litros de agua y no exagero nada. De todas formas seguí mi
camino y al final aunque calado hasta los huesos puedo asegurar que he disfrutado
de un entrenamiento con unas preciosas vistas de la bahía gijonesa, con un mar
encrespado como hacía tiempo no veía y con la sensación de haber hecho un entrenamiento de esos que aportan bastante más de lo que en principio imaginamos. La única pega que le pongo es que no entiendo como es posible que el viento siempre venga de frente, es imposible...
42 minutos y 44 segundos con una
distancia recorrida de 9 kilómetros.
La estampa de Gijón de hoy me
hace recordar que tenemos una ciudad especial para todos los aficionados al
running, somos unos privilegiados. CORRER POR GIJON ES UN LUJO
Y yo por mi parte y como siempre mañana PROMETO
ENTRENAR...
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