La temperatura que rondó en todo momento los 28º y una humedad del
90% hicieron que la carrera de ayer fuese un auténtico infierno, no exagero. En
mi caso posiblemente este haya sido el medio maratón que más me ha costado
terminar.
La sensación de bochorno nada más
llegar a Cangas de
Onís ya nos hizo
ver las cosas de otra forma, lo de intentar hacer una buena marca habría que
dejarlo para otro día, la salud es lo primero y el día no estaba para tonterías.
Tras las fotos de rigor previas y con un ambientazo ya
habitual en esta longeva carrera, tomamos la salida disfrutando del grandioso Puente Romano de Cangas de Onís y con rumbo hacia el Santuario de Covadonga.
Como os decía el calor y sobre todo la
humedad apretaban pero con las buenas sensaciones en los entrenamientos de las
últimas semanas y las piernas respondiendo, decidí probar y enseguida me metí
en un ritmo de 4:15. Esto duró cuatro kilómetros y fue entonces cuando “volví a
la cordura” y entendí que ni de broma podría mantener ese ritmo durante todo el
recorrido y además igual me lo hacía pagar caro antes de lo previsto, así que
aflojé y seguí hasta Covadonga con ritmo cómodo en torno al 4:40. Las últimas
rampas antes de llegar a la Basílica se hicieron duras pero tener allí cerca La Santina es un plus de motivación que las piernas
agradecieron.
Entre los kilómetros ocho y once noté
que iba bastante alto de
pulsaciones y como lo primero
es lo primero, tocaba relajar un poco y recuperar, así que los kilómetros doce
y trece ya de vuelta hacia Cangas aun siendo rápidos por la bajada me los tomé
con calma hasta ver que el pulso volvía a su ritmo normal de carrera. Desde ese
momento y ya hasta la meta, cada
zancada se me hizo eterna, con ritmos medios entre 4:45 y 4:55 el calor no
nos daba tregua y la cabeza solo pensaba en parar. Esos últimos kilómetros los
sufrí como ya no recordaba, intenté tomármelos con calma y sobre todo
controlando el pulso.
La verdad es que en esos momentos
durillos en carrera salen a relucir todos los kilómetros hechos en los últimos
años, los entrenamientos largos, los rápidos, los lentos, que entre todos hacen
que uno conozca bien su cuerpo, sus sensaciones y cómo afrontarlo. No me quiero
ni imaginar a los pobres que ayer disputaran su primer medio maratón.
A dos kilómetros de la meta me llevé
un buen susto cuando apenas cincuenta metros por delante un corredor se
desplomó y tuvimos que llamar a las asistencias, la rápida actuación de una
médico que se bajó de su coche fue providencial hasta la llegada de la
ambulancia. Gracias a Dios parece que la cosa se quedó en un buen susto.
Volviendo a lo deportivo lo importante
es que tras 21 kilómetros de
puro esfuerzo en 1 hora 41
minutos y 54 segundos llegó la recompensa, cruzar la meta siempre es
gratificante y más si ha costado como ayer. El encuentro con los compañeros del Club del Corredor también fue reconfortante, caras de sufrimiento
pero todos con el deber cumplido.
No me quiero olvidar hoy de dar mi más
sincera enhorabuena y enviar un fortísimo abrazo a los enormes Cati, Ale y Juan que hoy se las han visto con el maratón de Edimburgo, están como
motos.
Ahora
ya me despido y como no puede ser de otra forma solo me queda deciros que PROMETO ENTRENAR…
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