El 17 de Septiembre de 2016
será seguramente uno de esos días de batallitas que contar el dentro de muchos
años.
Siete intrépidos del Club del Corredor, Pitu, Lolo, Hernán, Mario, Juan, Cesar y yo mismo, a las 5:45
horas de la mañana iniciamos la ruta Gijón – Covadonga, nuestra intención cubrir
los 78 kilómetros en una sola
jornada y con buen ritmo.
En las mochilas además de avituallamiento
y ropa de recambio, muchas promesas y agradecimientos que llevar a La Santina. Nos pusimos en marcha con noche cerrada, foto de rigor y a
trotar. Las linternas alumbraban el camino, algo de silencio al principio que
enseguida se tornó en risas y buena conversación.
Los kilómetros iban
pasando, el ánimo seguía fuerte y sin casi darnos cuenta estábamos en el Alto del Curviellu, primer “repechón” superado. La bajada desde el El Curviellu, con
la única luz de las linternas y bastante barro se hizo un poco difícil, pero
estábamos empezando y nada podía con nosotros, las fuerzas aún nos acompañaban.
Enseguida vino la fuerte subida al Alto La Cruz, el buen ritmo siguió,
siempre los siete unidos y aprovechando para trotar en bajadas y llanos, las
subidas a buen ritmo pero caminando. En algún momento las piernas y las cabezas
pedían una tregua o algo más, pero en grupo todo se lleva mejor y seguimos
adelante con más ganas aún si cabe.
Con 25 kilómetros
cumplidos, tocó hacer una breve parada de 15 minutos. Unos buenos cafés y algún
que otro pincho de tortilla para reponer fuerzas y otra vez adelante. En este
punto destacaremos la entereza de Mario, que tras varios kilómetros con alguna
molestia descubrió una ampolla de las que hacen época (hay fotos para
atestiguarlo), pero un buen alfiler, algo de hilo y un Lolo que nos mostró sus
dotes de costurero, dejaron la ampolla lista para seguir.
El ritmo seguía siendo
vivo, más trote del que esperábamos, risas, alguna que otra broma que demostraba
el buen ánimo que llevábamos y el “grupo” siempre unido nos llevaron hasta el
pueblo de Sietes
con bastante mejor crono del previsto. Llevábamos ya unos 36 kilómetros y tocaba
nueva parada de avituallamiento. Unas bebidas frías y unos buenos bocatas de
carne y tortilla nos recargaron las pilas para seguir el camino. Retomamos la
marcha 20 minutos después y con la compañía de una lluvia fina, que al
principio nos preocupó, pero que luego nos vino muy bien para refrescar. En
poco más de media hora otra vez nubes pero ni rastro de agua.
Seguimos avanzando y con
buen ánimo, la idea de ir acercándonos a Covadonga podía más que las
molestias físicas que cada uno íbamos ya arrastrando.
A 12 kilómetros de Cangas de Onís nueva
parada para beber y otra vez a trotar. Tras esta nueva parada debo reconocer
que nos costó arrancar de nuevo, los músculos pedían descanso pero no se lo
íbamos a dar. Descubrimos que trotando levemente además de avanzar más rápido,
sufríamos menos que caminando. Poco a poco fuimos haciendo camino hasta llegar
a Cangas de Onís, los ánimos por todo lo alto pero aún quedaban otros 11
kilómetros.
Esta última etapa entre Cangas de Onís y Covadonga la hicimos caminando, ya no estábamos para muchas alegrías, pero aun así con muy buen ritmo.
Emoción por todo lo alto
cuando divisamos a lo lejos la Basílica y os podéis imaginar
cuando llegamos hasta la Santa Cueva…
Habían sido 78 kilómetros en 13 horas y 15 minutos incluidas paradas, el reto
estaba superado. Desde Gijón, el grupo unido, con mucho ánimo y muchas
emociones habíamos llegado hasta Covadonga donde todos en mayor o
menor medida dejamos depositados nuestros mejores deseos y agradecimientos a
los pies de La Santina, ella sabrá cómo
gestionarlos.
Me despido agradeciendo a
mis compañeros este gran día que hemos pasado juntos, sin ellos seguramente
habría sido mucho más duro, casi impensable de hacer. Ayer se demostró eso que
dicen que la unión hace la fuerza, ahora solo toca empezar a pensar en algún
nuevo reto, tal vez alguno de los que ayer rondaron por nuestras cabezas.